SILENCIAR LA NORMA PARA ESCUCHAR AL CORAZÓN



Fray Esteban a pesar de sus 65 años y de llevar toda la vida en la orden se comporta muchas veces como un niño y otras como un adolescente. Todos los abades que dirigieron el convento trataron de enmendarlo sin éxito, era un caso perdido.
Había llegado la época en la que existía la norma de vivir una semana sin hablar, el objetivo era poder sentir a la divinidad dentro, para ello había que eliminar todos los obstáculos. Los monjes se decían todo por señas y evitaban en lo posible la comunicación, incluso por éste método, nada podía distraerles de tan importante y sagrado fin.
Fray Lucas, el cocinero, se dio cuenta de que no quedaba nada de harina y le escribió una nota a fray Esteban para que fuera a buscarla al pueblo, que se encontraba a un par de horas andando, eso sí, con aire de regañarle antes incluso de haber cometido ninguna falta, dejándole bien claro que no se olvidase de cumplir con el silencio y que no debía responder a nadie más que con una sonrisa. El advertido contestó con un gesto de tranquilidad que no hizo más que inquietar al cocinero.
Fray Esteban emprendió el camino decidido a no meter la pata esta vez. El tórrido calor  le hizo parar a descansar bajo una oportuna higuera en el camino. De repente, se vio sorprendido por la presencia de un forastero que cargaba con una maleta:
- ¡Buenos días!
El monje recordando su promesa le esbozó una sonrisa
- ¿Sabría en qué dirección está el pueblo más próximo?
Fray Esteban se sintió complacido de poder contestarle con gestos. Pero empezó a temblar cuando el extraño se sentó a su lado a descansar.
    - Tiene usted una bonita sonrisa, seguro que su voz también lo es. Veo que pertenece a una orden que es reconocida por la belleza de sus cantos. ¿Qué se siente al llenar de alegría y paz el aire? ¿Se torna más ligero su cuerpo ? ¿Sus ojos brillan iluminando sus palabras ? ¿Sus problemas se disuelven al sentir que su mente se expande … ? ¿Su corazón parece fundirse con el de todos ? ¿La alegría le dura durante horas?
            El fraile tiene la sensación de que aquel hombre le ha visto por dentro, justo esas son las sensaciones que el vive cuando canta, y sin pensarlo le contesta todo emocionado:
-       ¿Cómo sabe lo que yo siento, ha sido usted de nuestra orden?
  El forastero se ríe abiertamente y le dice:
-  Su sonrisa me lo dijo, es de las pocas que es transparente al corazón, y en él no existen secretos.
            Esta vez fray Esteban cumple con el silencio, su boca se vuelve una muda “o” que expresa su sorpresa.
-       Está claro que no es consciente de su don
-       ¿Qué don? Yo no poseo ninguno, siempre he sido el más negado del convento, están muy hartos de mí.
-       ¡Claro! Sus compañeros no pueden verlo.
-       ¡Un don invisible! ¿De qué me sirve entonces …?
-       En realidad, sus mentes no lo ven, pero sus corazones pueden sentirlo y estos se los comunican a otros corazones, de personas que ni siquiera conocen, porque los corazones siempre están unidos, para ellos no son necesarias las presentaciones, ya que siempre se conocen y se reconocen entre sí.
-       ¡Ahh claro! ¡Son como un coro que cantan todos en una armonía perfecta!
-       ¿Lo ves?, tienes el don- Le responde ya en el tuteo.
-       Pero … ¿qué don es ese que también es invisible para mí?
  El extraño personaje ríe abiertamente antes de contestar.
-      El don de no haber enterrado al niño y al adolescente que fuiste, el que te permite vivir desde todas las edades … ¡Bueno! Bien mirado tal vez tengas un poquito enterrado al adulto, pero eso no tiene mucha importancia, ya hay demasiados adultos en este mundo viviendo separados de sus otras edades.
-       ¡Ji, ji , ji …!
-       Lo acabas de hacer
-       ¿El qué?
-       Te has reído como un niño
-       ¡Venga ya, no me vaciles ¡
-       Y ahora otra vez
-       ¿El qué?
-       Has contestado con la maravillosa impertinencia de un adolescente.
-      ¿Maravillosa … ? ¡Anda que no me he ganado yo broncas por impertinente!
-       La impertinencia, lo no pertinente, revela siempre los límites de la norma.
-      ¡Je! No me hable de normas, ahora mismo estoy rompiendo la del silencio, y no sé cómo pero fray Feliciano averigua siempre que las he incumplido, por mucho que me prepare para no delatarme.
-   Lo ve en tu cara, es transparente, como la de un niño. Ahora mismo veo que has cogido a escondidas algunos dulces de chocolate de la alacena
-       ¡Siiiií! ¿Y eso se ve en mi cara?
        El forastero mira la hora e ignorando la pregunta dice:
-       Me tengo que marchar, gracias por tu compañía
-       ¡Espere un momento! ¿Cómo puedo emplear mi don?
-       Para empezar te da ventaja sobre los que quedan esclavos de la norma, olvidando su espíritu. Los que tienen tu don pueden conectar con su corazón y decidir más allá de las normas. La diferencia entre una norma a seguir y una decisión del corazón es la misma que hay entre una flor hecha de trapo y una flor viva, con su aroma, con sus colores, con su presencia. ¿Quién va a elegir la flor muerta si tiene la viva ...?
-       ¡Sólo falta que me diga eso …!
-      Por ejemplo, tu inocencia, que proviene del corazón, ya lleva el silencio en sí misma; si te dejas llevar por ella no necesitas callar.
-       Pero eso me traerá grandes problemas
-       No sí vas en busca de las otras sabidurías
-       ¿Cuáles?- pregunta con los ojos desorbitados
-       La del maduro y la del anciano. La primera te permitirá servirte de la experiencia y la segunda te permitirá encontrar las excepciones a la norma, que es lo que hace que ésta no te esclavice.
-       Suena francamente bien
-       También es importante la sabiduría de cuando te encontrabas  en el vientre de tu madre
-       Pero eso pasó hace muchos años
-       ¿Han encontrado tu cadáver de entonces …?
        El rostro de fray Esteban se vuelve interrogante, rebosando perplejidad, pero, poco a poco, se va asemejando al de un anciano con una mirada muy pícara y profunda a la vez.
-       Ya comprendo …¡ muy buena esa!, como la edad no se ve en el cuerpo todo el mundo cree que ha muerto, pero no.
-       Ahora ya sabes el secreto, completa con tu don las edades que te faltan “revivir”, y la sabiduría de tu corazón guiará tu camino, serás un hombre realmente completo. Ahora sí tengo que marcharme, ha sido un auténtico placer …
       El extraño se pone en marcha regalando una luminosa sonrisa a su interlocutor.
-       ¡Ey, espere un momento! ¿Cómo ha sido capaz de reconocer el don en mí si es invisible para todos?
        El forastero continúa su camino sin inmutarse
-       ¡Está claro, so bobo, él también lo tiene!- Se dice a sí mismo el monje.
      Reflexionando sobre todo lo que le había dicho aquel extraño personaje anduvo el camino de ida y vuelta. Cuando llegó al convento se sentía más ligero y no hacía más que sonreír. Durante la cena fue reñido con gestos por casi todos los comensales, haciéndole ver que el silencio exigía sobriedad y que sonreír era romperlo. Pero fray Esteban no se sentía culpable, había entendido eso del espíritu de la norma, y sabía que censurar la alegría era ir contra un silencio más grande: el del corazón.
         A partir de ahora no reprimiría lo que siente y para empezar  a hacerlo, y como celebración, empezó a comer una de las chocolatinas que había hurtado de la alacena. 

        Autor: Carlos González Pérez (La Danza de la Vida)


  Este cuento es la introducción a la entrada "La Sabiduría de las Edades" que puedes encontrar en el siguiente link: http://encuentrosconlasabiduria.blogspot.com.es/2012/03/la-sabiduria-de-las-edades.html