ENRIQUECER Y ALEGRAR LA VIDA CON NUESTROS PROPIOS JUEGOS


     Jugar la vida es descubrir sus secretos sin que la mente programada se entere, mientras ella construye teorías que van haciendo cada vez más complicada la realidad, haciéndola creer por ello más necesaria.


      En nuestras escuelas, en vez enseñar a jugar la vida, se instruye a los alumnos en las reglas de un juego que les aleja de su propia alegría, que les separa de la creatividad de crear sus propias reglas, en definitiva, que hace del jugador un rehén.
     La crisis que experimentamos no es más que un líquido revelador que evidencia la atadura a un juego que no podemos sentir como nuestro. Para salir de él no sirve buscar culpables, conspiraciones, maldades … eso sólo haría aumentar la fuerza del juego sobre nosotros.
     Para salir de un juego sólo hay una forma: dejar de jugar a él. Para lograrlo es necesario conocer bien sus reglas y cómo estamos contribuyendo a su mantenimiento. Las reglas son las de la dualidad: fragmentar para crear realidades complejas en las que perdernos, aumentando así la dependencia entre las personas, delegando poderes unos en los otros hasta que finalmente nos sentimos todos desempoderados de alguna u otra manera. En este punto, ya no nos podemos sentir los creadores de nuestra realidad, algo fundamental para poder jugar la vida.
     Para sentirnos jugadores libres no basta con dejar de jugar a lo que no nos gusta, hemos además de entrar en contacto con nuestra creatividad, desde ella y con la ayuda de la sabiduría de la inocencia plantearemos nuevos juegos a la vida, enriqueciéndola con la alegría de nuestro corazón.
     Querido lector, ¿qué te parece cortar amarras al puerto de los viejos juegos de la dualidad y emprender el rumbo al mar abierto de jugar tu propia vida …? ¿Qué sentido tiene un marinero en tierra … un ser creador renunciando a las aventuras de sus propias creaciones …? 

  
   

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