El futuro es de los que son capaces de amarlo y crearlo con sus propios sueños, crearlo significa tener claro de dónde partes y a dónde vas, es decir, tener la lucidez necesaria para equilibrar a nuestro Sancho y a nuestro Quijote.
CÓMO HACER DE LA UTOPÍA REALIDAD
Las palabras no sólo tienen un étimo también poseen un
futuro, éste no nos lo pueden enseñar ni en las escuelas ni en las
universidades, el futuro de las palabras está en las personas que sienten su
propia creatividad y desde ella se sienten creadoras de la humanidad, no viendo
un lastre en el pasado, una mochila con la que cargar, sino un punto de apoyo
que se honra superándolo. Quienes creen más en el pasado que en su propio poder
creativo necesitarán encaminarse al futuro con la mochila llena de víveres de
las autoridades del pasado, y llamarán utópicos a quienes caminan ligeros, sin
huir de nada, pero respetando todo su pasado.
El futuro es de los que son capaces de amarlo y crearlo con sus propios sueños, crearlo significa tener claro de dónde partes y a dónde vas, es decir, tener la lucidez necesaria para equilibrar a nuestro Sancho y a nuestro Quijote.
El futuro es de los que son capaces de amarlo y crearlo con sus propios sueños, crearlo significa tener claro de dónde partes y a dónde vas, es decir, tener la lucidez necesaria para equilibrar a nuestro Sancho y a nuestro Quijote.
Utopía
significa etimológicamente "sin tierra", por eso el auténtico creador
de futuro, para no quedar atrapado en el étimo de tan mágica palabra, sabe que
además de andar hacia el futuro ha de crear el propio terreno que pisa, este es
el gran reto de los que deseamos aportar nuestros sueños a la creación de una
nueva humanidad que trascienda sus propios límites, que aprenda a vivir más
allá de los dramas, que sepa encontrar su sabiduría en la luz de su corazón; a
esto lo llamarán utopía quienes no hayan aprendido todavía a crear el suelo del
piso que han de andar.
LAS DOS CARAS DE LOS LÍMITES: LAS CREENCIAS COMO HUEVOS
El sabio conoce que todo
límite tiene dos lecturas: el límite como contenedor de una experiencia,
permitiendo que ésta tenga lugar en el campo de juego delimitado; y el límite
como provocación para ser superado como culminación de la experiencia vivida.
Una metáfora de esto sería un huevo: el límite sería la cáscara, imprescindible
mientras el pollito no alcanza un tamaño mínimo, pero a la vez imprescindible
romper cuando el ser vivo ya no cabe en el huevo. Así son pues nuestras
experiencias: cuando decidimos crecer con ellas necesitamos los límites, hasta
que nuestro crecimiento supera la propia experiencia. Es importante contar con
la cáscara y no romperla antes de tiempo, pero a la vez hay que ver cuando ya
nos ahogamos en lo vivido por falta de nutrientes y espacio para crecer. Cuando
se entiende las dos caras de los límites estos se vuelven maravillosos ante
nuestros ojos.
Podemos ver a las
creencias como huevos en los que pensamos, como contenedoras de nuestras
experiencias, sus límites nos ayudan a pensar en determinadas direcciones, a no
escaparnos hacia otros pensamientos; permitiéndonos entre otras cosas cocrear
con otras personas y grupos sociales que comparten las mismas creencias. Si
estamos en un crecimiento personal que busca conectarnos con nuestra esencia,
autenticidad y creatividad propia, llegará un momento en el que nuestro propio
crecimiento superará la creencia-experiencia y sus límites se convertirán en la
cáscara a romper.
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